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La importancia del contacto con la naturaleza y jugar al aire libre
¿Por qué es tan importante que los niños y niñas puedan tener acceso al contacto con la naturaleza?
Richard Louv muchas veces dice que cuanta más tecnología tenemos, más naturaleza necesitamos, porque necesitamos repensar nuestra vida para que esa tecnología sea una herramienta a nuestro servicio.
Existen muchísimas razones, pero yo creo que la principal es que el ser humano ha emergido de este entorno natural que es la biosfera. Nuestros organismos están perfectamente diseñados para desarrollarse en ese entorno pero, de alguna forma, nuestra cultura ha evolucionado, ha cambiado, nos hemos vuelto cada vez más urbanitas, cada vez más tecnológicos y, ahora mismo, el entorno en el que crece un niño o una niña no se parece mucho a aquellos entornos en los que se crecieron hace tan solo 40 o 50 años.
Puede que algunas de nuestras lectoras sean bastante jóvenes, pero las personas de mi edad todavía recordamos cuando volvíamos a casa del cole, dejábamos la mochila y nos íbamos a jugar al aire libre.
¿Los niños de hoy en día tienen el suficiente contacto con la naturaleza?
Pues pensamos que no, de hecho, hay estudios que lo prueban. Por ejemplo, hace unos años, hubo un estudio de la Universidad de Do Minho, en Portugal, que demostraba que los niños y niñas de entre 4 y 12 años pasaban el 76% de su tiempo sentados o acostados en lugares cerrados, es decir, sin moverse. En cambio los niños y niñas se desarrollan precisamente, a través del movimiento.
Por eso hablamos de psicomotricidad, porque el movimiento es un factor fundamental a través del cual se desarrollan los sentidos, la inteligencia espacial, nuestros cuerpos, el vigor físico... Y, desgraciadamente, los niños de hoy no tienen oportunidades de movimiento.
En los colegios, por ejemplo, las seños notan mucho cuando los peques no pueden salir al patio durante varios días porque llueve, hace mucho frío o está nevando… Se llaman "patios de lluvia" y están tres días o cuatro sin salir a la calle.
¿Cómo fomentar que haya más movimiento, que puedan explorar más la naturaleza o estar más en el medio ambiente?
Una opción es juntarte con los vecinos y encontrar algún espacio donde los niños y las niñas puedan jugar de verdad. De alguna manera, estos parques de ahora con estos suelos totalmente sintéticos y muy pocas propuestas de juego, no son adecuados para un niño o una niña. Un niño o una niña necesita tocar, necesita oler, necesita mancharse.
Fijaos en una cosa que a veces nos cuesta tanto, que es que un niño se manche. A veces nos preguntamos: en la época de la lavadora, ¿cómo a las madres les importa tanto que un niño se manche? Si el niño no se mancha significa que no han hecho su trabajo de juego a nivel de desarrollo, porque el mancharse les ayuda muchísimo, estimula la piel, que está directamente conectada con el cerebro. Mancharse estimula sus sentidos, su motricidad, su percepción de sí mismos. Es fundamental que se manchen.
Por supuesto, si tienes la oportunidad de salir los fines de semana, ir a caminar por algún lugar un poco más salvaje, la montaña, una ruta familiar de senderismo, acercarte a algún lago o río de tu provincia, parques naturales…
Eso es indispensable. Pero hay que saber que realmente el contacto con la naturaleza ha de ser diario para que sea beneficioso para los peques. En la escuela, un movimiento muy importante que hay ahora mismo es el de la transformación de los patios, por ejemplo. Hay algunas comunidades educativas que están levantando el cemento de los patios, o abriendo espacios naturales que tenían anteriormente cerrados sin darles uso.
El contacto de los adultos también es muy importante, porque, ¿cómo vas a fomentar tú ese contacto en tus hijos si tú misma no lo haces? Pasamos al lado de un árbol, de una planta, de un animal y no lo vemos. Y muchas veces son ellos los que nos educan a nosotras también, cuando nos dicen: "¡Mira ese bichito!".
¿Es compatible estar en contacto con el entorno con el ritmo de vida que llevamos?
Tenemos un ritmo de vida frenético. Hay papás y mamás que llegan muy tarde de trabajar. En el cole, también la vida es muy acelerada. Pero cuando damos ese paso y aprendemos algunas estrategias, realmente nos damos cuenta de que muchos de los comportamientos inadaptados que aparecen en las situaciones como las que hablábamos antes de los “patios de lluvia”, cuando los niños y las niñas están al aire libre o en un entorno natural, no los muestran, están mucho más relajados, son mucho más colaborativos, tienen muchos menos conflictos. Y eso es fundamental para los niños y las niñas de hoy, que están muy sometidos a estrés.
¿Cómo puede la naturaleza afectar al desarrollo de los niños y a su aprendizaje?
Richard Louv nos habla del trastorno por déficit de naturaleza, porque dice: "Cuidado, porque muchos de los problemas que están teniendo los niños y las niñas de hoy tienen que ver con esta carencia de naturaleza". Esto no quiere decir que lo convirtamos en un trastorno. Más bien diríamos que la falta de naturaleza está haciendo que se desarrollen de una manera... más complicada.
Por ejemplo, muchas maestras de infantil comentan que últimamente los peques traen mucho menos desarrollada tanto la motricidad fina como la gruesa. También han aumentado mucho los casos de TDA (hiperactividad) muy asociado al movimiento. Y los niños también están sometidos a muchísimo estrés, por la forma de vida que llevamos. Ahora, por ejemplo, hay niños y niñas que viven en barrios donde no hay un solo árbol. Eso también es un factor estresante. Tienen toda una serie de estresores en su forma de vida que hace que realmente la necesiten muchísimo para desestresar, porque está comprobado que el contacto con la naturaleza realmente les relajan muchísimo más y les ayuda a enfrentar mejor ese estrés de la vida cotidiana.
¿A qué niveles de desarrollo afecta el contacto con la naturaleza?
No hay ni qué decir que afecta al desarrollo psicomotor y de los procesos cognitivos.
Afecta a la memoria y el recuerdo: cuando le preguntas a alguien: "¿Un recuerdo de tu infancia?", el 80 o 90% de los recuerdos son al aire libre y en contacto con la naturaleza. Lo cual quiere decir que, de alguna manera, la naturaleza fomenta muchísimo la memoria y el recuerdo.
La naturaleza restablece nuestra capacidad de atender. Produce una estimulación mucho más abierta y puedes atender a muchos estímulos a la vez, y a ti misma, te ayuda a conectar también con tu propia naturaleza.
Reduce problemas de miopía. La luz natural es la más adecuada para el desarrollo del ojo y, sin embargo, lo peques se pasan muchas horas encerrados, y muchas horas con luz eléctrica y sin poder mirar lejos, tanto como lo necesitarían. Esto produce muchos problemas de miopía.
La exposición al frío también estimula el sistema inmunológico. Vemos constantemente niños y niñas que están como encerrados en una burbuja muy higiénica pero no tienen desarrollado su sistema inmunológico. Así en cuanto llegan a la guarde o a la clase de infantil empezamos a notar que llegan a casa con todo tipo de virus y enfermedades.
Mejora la regulación emocional. El movimiento al aire libre ayuda a conectar con tus emociones mucho más claramente. Lo que decíamos antes de conectar contigo misma, a sentir qué es lo que te está pasando, a poder expresarlo e incluso a poder actuarlo en un momento dado. En exterior se produce una regulación energética que en interior no se da.
Desarrolla la inteligencia verbal. Hay estudios de psicología ambiental que demuestran que las personas que se encuentran en un espacio al aire libre tienden a entablar más conversación que cuando se encuentran en un lugar cerrado. Por ejemplo, en un jardín, las personas hablarían más, conectarían más entre ellas que en un centro comercial. Y a los niños les pasa igual. Los niños y las niñas interaccionan más.
Desarrollan más su inteligencia emocional. Se producen más relaciones sociales y menos conflictos. Por ejemplo, en los patios de las escuelas en los que se ha modificado la cancha de fútbol por plantas y árboles, hay muchos menos conflictos.
Y otra de las cosas que se desarrollan en la naturaleza es la famosa inteligencia naturalista de Gardner. Esta capacidad que comentábamos antes de estar en contacto con el mundo natural, que hemos perdido, que es una potencialidad de todos los seres humanos, porque la naturaleza es nuestro medio.
Una persona puede tener inteligencia musical o artística, otra persona una inteligencia más lógico-matemática. Pero la inteligencia de la conexión con la naturaleza la tenemos todos, desarrollada en mayor o menor medida. Y se desarrolla a través de ese contacto estrecho con ella, de muchas horas de conexión y también del acompañamiento de una persona adulta que realmente está conectada, que ama la vida y transmite ese amor por la vida.
Fomenta la creatividad. Hoy en día los juegos están muy dirigidos y cerrados. Pero al ser humano le gusta la complejidad, la exploración, el descubrimiento, y viene con toda esa ansia de crear cosas. Y, efectivamente, no le damos la oportunidad. El juego libre es un instinto y ese juego es el que crea la cultura, es el que nos permite aprender mediante el ensayo y error, es el que crea los símbolos, el que produce creación y el que nos ha hecho evolucionar. El juego libre y el juego en la naturaleza con materiales naturales, con trocitos de cosas, manchándote y ensuciándote es fundamental.
¿Cómo podemos trabajar los valores a través de la naturaleza?
La naturaleza está llena de ejemplos que enseñan valores: cultivar un huerto y ver que has puesto una semillita, y vas unos cuantos días seguidos y aún no ha brotado nada pero, de repente, vas al otro y ya se ve un poquito. Les ayuda a trabajar la paciencia.
Igualmente el hecho de tener que ir a regarla les enseña la responsabilidad de cuidar un ser vivo para que florezca y crezca, con lo que podemos hacer una analogía del esfuerzo de los papás y mamás para que ellos crezcan…
También les enseñamos a respetarla y valorarla, a respetar la vida de los bichitos y plantas para que siga funcionando el ciclo de la vida, que no nos es ajeno. Limpiar los residuos de cuando hacemos acampadas o barbacoas en la naturaleza, o cuando vamos a la playa.
En estos casos también nos corresponde a los adultos a transmitirles el respeto por la naturaleza, que nos da tanto sin que lo percibamos, por lo que muchas veces somos nosotros mismos los que no la valoramos lo suficiente. Damos por hecho que está ahí, como un ente inerte que no nos dice nada, pero que nos da la vida sin darnos cuenta, y por eso le debemos tanto.